sábado, 29 de abril de 2006

Moto Club Hormigón "Boletín informativo No. 15"

Con quórum del 100% de siete motos y ocho tripulantes, los asistentes del DF puntuales en el lugar de la cita a las 7:00 am y los de Cuernavaca a las 7:30 inició este sábado 29 de abril de 2006 la vuelta sabatina, conforme a lo planeado minuciosa y detalladamente mediante un mar de correos electrónicos en la semana precedente. No obstante esto, el detalle estuvo en que una y otra comitiva se sentaron “pararon y aburrieron” a esperar en lugares enteramente distintos. Por lo cual la partida a Mali en realidad tuvo lugar hasta las 8:45am. Cagation.

Esta ruta no tiene desperdicio: México - Cuernavaca - Ocuilan - Malinalco - Gran Desayuno - Lagunas de Zempoala - Chelas - México (y anexas). Es la reivindicación de que en el centro del país también hay excelentes rutas por recorrer, siendo esta perfecta en época de lluvias o poco después porque los bosques de pino que la caracterizan en la mayor parte del recorrido están especialmente verdes y frescos. Amanecer en la salida a Cuernavaca Los bellísimos paisajes, comenzando por un sol rojo y espectacular a la salida de la federal a Cuerna, acompañaron a la interminable cadena de curvas sobre excelente asfalto. Esto se vio interrumpido solamente por la similarmente larga cadena de bromas, cotorreo y desorden general que como siempre y por suerte impidió por completo toda conversación seria en todo el transcurso de la jornada.

Con un precioso picnic campestre que tuvo como escenario uno de los mejores restaurantes de Malinalco como parada principal y la visita a la cosa esa religiosa. ¿Cómo se llama?... Convento y pinturas rupestres. ¿Campestres? ¿Frescas? Désas Impresionantemente restauradas por gente con una paciencia bárbara terminó la parada principal ($70c/u) con una o dos otras paradas ocasionadas por el estado de confusión múltiple que caracterizaron a la jornada desde su inicio y pasando a desmembrarse el grupo en Tres Marías, cerrando los rezagados con una cerveza sabor coca-cola y otras de sabores convencionales ­ le dio el Club la bienvenida a Juan Jacob, se celebraron los 60 mil km del Diván y se refrendaron lazos de amistad, camaradería, sano entretenimiento y diversión. Esperamos en una próxima ocasión sea posible terminar mucho menos sanamente, luego de poemas, gritería y general desasosiego hasta todas horas de la noche.

jueves, 27 de abril de 2006

Vuelta a Chiapas - Abril 2006




Carr.


Destino
- Plan



Dí­a

95


Libre
a Cuerna



Dom.
9




Cuota
a Cuautla




160


Izúcar
de Matamoros - Mole en el mercado.




190


Huajuapan
de León - Pernocta en hotelito barato. (Edificio de 6 pisos muy
visible y nuevo. Unos $250 habitación.)




Fed.


Nochixtlán


Lun.
10




Oaxaca
- Visita turí­stica posiblemente a un nuevo museo.




190


salida
al anochecer hacia Tehuantepec, con pernocta en algún hotelito ya fuera de la
ciudad




190


Juchitán
- desayuno



Mar.
11


190


Tuxtla
Gutiérrez






San
Cristóbal de las Casas - Pernocta - San Juan Chamula




307


Comitán
- Comida



Miér.
12


307


Lagunas
de Montebello - admiración




307


Nueva
Matzán - pernocta por aquí­.




307


Pozo
Lacantún




307


Reserva
Chan-Kin



Jue.
13


307


Bonampak



307


Nuevo
Canán




307


Palenque



199


-
pernocta en cabañas próximas a cascada Misol-Ha






Teapa-
pernocta por aquí­.






Pichucalco


Dom.
16




-
pernocta en algún hotelito antes de Villahermosa






Villahermosa


Lun.
17


180


Oculilzapotlán





Paraí­so





Costeando
al oeste: Vicente Guerrero, Puerto Ceiba, El Alacrán, Sánchez Magallanes.
Pernocta donde se vea más bonito el paisaje.






La
Venta



Mar.
18


180D


Cuota
hasta Cosoleacaque




Fed.


Acayucan



180


Dí­az
Covarrubias




180


Catemaco-
pernocta






San
Andrés Tuxtla



Miér.
19




Santiago
Tuxtla






Lerdo
de Tejada






Alvarado





Mandinga-
muy bonitos lugares para quedarse y baratos.




150


SE
hacia La Tinaja




150


Fortí­n


Jue.
19




N
hacia Huatusco






Ruta
corta a Xalapa




140


Perote





Vuelta
al O en Zacatepec




136


-
pernocta en hotelito adelante saliendo de Huamantla






Tlaxcala


Vier.
20




San
Martí­n Texmelucan




150D


-
tomando la autopista sin pasar caseta




190


Rí­o
Frio- salir de la autopista a la Federal




190


México
DF



Curvas suaves y amplias; un asfalto liso; espacio para rebasar acompañado de las cuatro estaciones de  Vivaldi y otras piezas más. Ese fue un largo tramo después de Oaxaca y Mitla que parecí­a nunca tener fin. Pasó el dí­a entero antes de llegar a Xalapa, pero otro Xalapa, este Oaxaqueño.

Comencemos por el principio en que Sandy fue quien me despertó a las 5:30 am, pero por estar con la neurosis de tener "todo" listo salimos "apenas" a las 7:30am. Pero sí­ fue bueno encontrar que faltaba un impermeable.

El camino a Cuernavaca sigue siendo un paseo de lo mejor, por el bosque y vistas en la federal, verde pero todaví­a algo seco. Nos tomó un rato encontrar en Tres Marí­as la entrada para motos a la carretera de cuota. Luego, acompañados por un Alejandro Fernández que incluso para su fan en el asiento trasero duró más de lo esperado y pasando luego a su perfecta contraparte Ana Gabriel, pasamos por la idiosincracia de las relaciones amorosas mejicanas y por dos casetas que sumaron $50, evitando muchos topes y alejándonos finalmente del tráfico que se terminó algo después de Cuautla. Los tórridos romances de los primeros y el tránsito nos alcanzaron nuevamente recién a la entrada de Tuxtla.

Ya en esos largos tramos fuimos encontrando la zona de curvas y paisajes más atractivos, pasando Huajuapan. Aunque menos impresionantes que en la época fértil de lluvias, entre la soledad
desértica del camino y un amasijo de árboles encontramos anuncios de quesadillas donde paramos a tomar un descanso. Los mangos verdes que nos regalaron nunca maduraron, pero las quesadillas estuvieron perfectas al igual que el jugo fresco de coca cola y el coco.

Nos quedamos en Tamazulapan, donde desde la azotea de uno de los bonitos y económicos hotelitos pudimos ver el anochecer y también el amanecer. La realidad es que la TV tení­a solamente dos canales, contra el anuncio de la señorita señalando la gran antena parabólica que tal vez permita ver esos dos únicos canales. Pero ¿por qué será que buscáramos tanto canal? Ah, ya; basta considerar lo que transmite Televisa en sus principales canales. Por eso.

El tramo que lleva hasta Oaxaca todaví­a por la federal es especialmente bonito, pero el mercado en que comimos no tanto, aunque con un mole negro era casi imposible errar. La decisión difí­cil era cual de ellos o bien un amarillo de rés o un rojo.

Mitla es menos interesante que Monte Albán al parecer, pero los helados estaban buenos y lo más importante fue ese largo tramo de ahí­ hasta Xalapa. En época de lluvias sin duda deberán sumársele cuatro o cinco puntos a la calificación del paisaje, pero ese  atardecer, las montañas en ileras interminables de grises azulados en distintos tonos, las nubes rojizas era todo ya espectacular. Y el camino sigue siendo la perfección para un interminable y fluido contoneo.

Estaba por acabarse la gasolina cuando paramos en un caserí­o y puestos antes de que fuera a mitad de ninguna parte. Un niño se divertí­a con nosotros que mirábamos los pavorreales y dos venados enjaulados.

Como en todos lados la moto llama mucho la atención, impresiona por sus lí­neas y los aventureros venidos de tan lejos causan sorpresa, interés y distintas ensoñaciones y deseos de aventura. Todos suelen ofrecer recomendaciones y hacer similares preguntas.
Finalmente un amable y serio  señor nos vendió cinco litros de gasolina vieja y seguimos el camino. La noche nos alcanzó y el baño anhelado de agua frí­a era una necesidad imperiosa al llegar a Xalapa. O serí­a un baño de agua caliente, según la preferencia incluso en ese clima de Sandy, algo incompresible para mí.


En la feria hubo un hot cake con cajeta particularmente sabroso. Será porque hací­an ya falta calorí­as. Muchas. Pero también la enorme Tlayuda con queso y frijoles. Por la mañana confirmamos
que ese era el pueblo más ruidoso. Parece que la señora del mercado, también cuando va al baño y deja desatendido su local hace que esto sea anunciado por el altavoz, como todos los demás todo lo demás que venden, hacen o piden. Además de que la música que cada uno pone es para todos en el pueblo tanto de dí­a como por la noche. Sin duda Xalapa le gana al cura de Tamazulapan que seguramente cree que poniendo música clásica para todos desde temprano ayuda a "la cultura".


Encontramos un lugar que nos agradara para desayunar solamente hasta Tehuantepec, donde decidimos explorar sus calles. Siempre es mejor buscar en el pueblo que en los lugares carreteros, generalmente regulares, malos o muy caros. Alguien de esa familia tení­a un gusto particuar por Cuba, juzgando por los carteles, pero también por los paisajes nevados, cosa que se entiende mejor considerando el clima. También paramos un poco en Juchitán, con idea de ver mujeres con grandes vestidos floreados, pero habí­a pocas y más comercios que otra cosa. Ahí­ fue que un compañero motociclista, muy fornido y de aspecto rudo, cuarentón y más impresionante por tener cicatrices de quemadas de cuerpo entero, se bajaba de su custom cuando le pregunté sobre La Ventosa. Inmediatamente me saludó de mano y miró a los ojos, recio y seguro. Dijo que solamente era cuestión de ir despacio, pero la sensación de que se consideraba frente a su par me dejó con algo de incertidumbre. Se trataba de algo fácil de afrontar para "nosotros"...

Así­, a lo húmedo y caluroso hubo que sumarle el sangoloteo del fuerte viento. Que alguien pueda estar en contra de la energí­a eólica como indicaba alguna pinta es difí­cil de entender, considerando la energí­a que a todas luces se le puede ahí­ sacar al
viento. Casi le arranca además del casco la cabeza a Sandy. Obligaba a estar atento a los cambios de dirección, para darles la contra con la motocicleta. Ahí­ el motivo principal de ir lento y copiarle a una moto más chica vista en el camino el mantener las intermitentes encendidas.


Inclinados contra la corriente del aire pasamos los pocos y modernos molinos y finalmente, ya 800km entrados en la travesí­a llegamos al entronque hacia Tuxtla. Y con esa serie de increí­bles curvas llegamos ya a nuestro destino: África.

¿Pensaban que í­bamos a otra parte? La sabana africana se caracteriza por... increíbles árboles (sus semillas seguramente transportadas por fuertes vientos). Enormes amasijos de ramas que salen directamente de la tierra para formar lo que toma el lugar de tronco para sostener muy arriba una planicie de ramas de un verdor que contrasta fuertemente con los tenues cafés, dorados y ocres claros que nos rodean. Otros tienen largas ramas que hacen una red, entre la que se ve el cielo tejido de pequeñas flores y hojas. Otros ramas que se extienden extrañamente hacia los lados, desafiando la gravedad o tal vez más bien a sus raí­ces, mismas que deberán seguramente ser también extensas y horizontales.

Por más que busco sin embargo nunca logro ver las pequeñas reuniones de leones, los elefantes a lo lejos y las manadas de esos horribles Ñu. Así­ que tal vez sí­ es Chiapas.

Recuperándonos de una generalmente adolorida anatomí­a, luego de recorrer unos 400 km por dí­a en los primeros tres sigue el camino hacia Tuxtla Gutiérrez, donde paramos en un Internet a calificar trabajos de una materia en lí­nea: Filosofí­a de la ciencia. (Poper, Kuhn, Lakatos.)

Efectivamente, el conocimiento cientí­fico jamás comprueba nada. Solamente se puede conformar con atacar sistemáticamente una teorí­a y seguirla sosteniendo justamente en la medida que resiste los intentos de falsearla. Entre más general y duradera, potente para predecir y lógica mejor, hasta que la tumbemos. Pero a Poper todaví­a debemos sumarle el hecho de que los cientí­ficos son seres polí­ticos y humanos, persiguiendo sus intereses y nociones a que se aferran y otras linduras, tan lejanas del deseo de algo sólido e irrefutable, permanente y total que tan neciamente buscamos para claramente encontrar que en efecto, no existe. Solamente están las aproximaciones sucesivas a una maraña de conocimientos, sin
embargo muy superiores a todo otro conocimiento.


Pasando de la interesante filosofí­a de la ciencia al moderno, limpio y barato motelito más próximo, descansamos y nos recuperamos para salir la próxima mañana hacia San Cristobal, con una acartonada comida bajo un árbol espectacular en Chiapa de Corso.

Además de los increí­bles paisajes en la subida a la zona montañosa más fresca, el atardecer fue algo realmente especial. Tomamos fotos y ubicamos un hotelito campestre, especialmente agradable, donde platiqué con algunos gringos venidos a perforar pozos para zonas rurales, sin duda religiosos pero que poco manifestaron al respecto. Entre otras curiosidades, los padres vení­an en una camioneta diesel muy nueva que manejaron 3,000 millas de un tirón y uno de los hijos traí­a a su gato, merodeando libre en otra gran camioneta. Mientras tanto Sandy se conectó al canal local de TV, anticipando ahí­ algunos de los lugares a visitar.


Las mañanas fueron comenzando cada vez más tarde, pero tal vez eso fue bueno, porque ese próximo dí­a llegamos justo a tiempo para una colección de fritangas y comida muy tí­pica en la fiesta del siguiente pueblo que pasamos, antes de visitar el pueblo-boutique de San Cristobal, tomar fotos de las casas y arreglos con aserrín de colores en el piso y comer paletas para mitigar el calor.

En el museo de las culturas populares tuvimos un primer vistazo de las distintas ropas que vimos desde la entrada en San Juan Chamula, donde era un dí­a muy especial, tanto de mercado como de reunión de múltiples grupos. Este fue uno de los eventos más importantes del viaje. Si el colorido de las frutas y puestos, junto con las distintas vestimentas y estilos del mercado al aire libre y abierto era ya maravilla, el ordenado despliegue en el patio frente a la iglesia donde ya era imposible tomar fotos mucho más. Por un lado los varones alineados con color blanco y otros en negro. Al centro los mayores, hombres por una parte y mujeres enormes con otra ropa en hileras, encontradas y hablándose ritualmente cara a cara. En los grandes espacios y por separado las mujeres, por grupos. Estandartes y velas enormes, flores, perros, niños. Mirando con detenimiento se podí­a distinguir cada distinta actividad, sin saber bien de que se tratara, pero claramente parte o antesala de algún otro ritual.

Ya dentro de la iglesia, previo pago por la cara de turistas, los mares de veladoras y velas, grupos familiares en rituales y rezos y la falta de un centro y mucho menos un padrecito hacen reconocer, junto con las ileras de
santos en sus muebles todo alrededor que se trata de algo bien distinto a ese catolicismo patriarcal y autoritario, común al resto de los "españoles". Un lí­mite marcado al centro de la iglesia es frontera que los turistas son invitados a respetar, donde Sandy y yo nos sentamos en el piso, para largamente asimilar ese mundo ritual y social tan distinto. Una señora a unos pasos guiaba, seguramente mediante el correspondiente pago a una familia, con todo y bebé de brazos en una serie de actividades que en lo visible resultaron en hileras de velas, restos de las plantas usadas, una coca-cola, agua y tal vez aguardiente y otras cosas frente a ellos y alrededor.


Hubo que levantarnos en un momento dado para permitir a un pequeño equipo limpiar la cantidad de desperdicios que estas actividades dejaban tras de sí­. Los equipos invisibles que pasaban haciendo el aseo de otros desperdicios menos mundanos yo nunca pude percibirlos, pero seguramente también pasaron. Lo que sí­ es que finalmente abandonamos ese lugar de imágenes, magia y ritual para tomar algunas fotos más de los puestos en camino de  la moto que nos esperaba rodeada de niños que alguna cosa nos vendí­an cada uno, insistentemente. En esa caminata uno querí­a mi coca-cola y decidió raptarla y salir corriendo, cuando vio que era el único curso de acción que quedaba. La pobreza es grande y generalizada, pero la planificación familiar evidentemente no.

El camino a Lagos de Montebello fue largo y lleno de rectas, con una parada en Comitán acompañada de
hamburguesas y una pelí­cula muy familiar de irlandeses en el hotel. Ya desde ahí­ se podí­a ver la selva quemada y arrasada, pero nada del ganado para el que supuestamente se llevó a cabo la visible y enorme destrucción. Solamente un corral aquí­ y allá. Muy ocasionalmente dos o tres vacas cebú en alguno de ellos. Lo que sí­ se podí­a distinguir eran los pocos y enormes árboles de la selva que se salvaron, aislados a lo lejos.


La reserva en que se encuentran los lagos es un bellí­simo bosque que recuerda las Lagunas de Zempoala en su mejor época, al final de las lluvias, pero aquí­ multiplicadas las lagunas y lagos en número y colores. Hay más de cincuenta, con solamente unas 12 accesibles por carretera. Paramos, caminamos, tomamos fotos, me metí­ a nadar en una laguna verde y desierta, regresamos al camino y volvimos a parar. Una terracerí­a nos llevó a un par de lagunas interconectadas más elevadas y entre montes ralos y rocosos, pero con igualmente sorprendentes azules y arboladas en sus orillas.
Mucha más carretera llena de rectas nos llevaba hacia Bonampak, rodeando por completo a Chiapas. Paramos en un pueblito de nombre Santo Domingo y una casa de huespedes muy sencilla. $50 la noche lo dice todo, pero era ya tarde y realmente la soledad y obscuridad era absoluta. Solamente luego de mucho rato encontramos en la carretera a una familia caminando hacia su casa. Alrededor era imposible ver una sola luz, por muy distante.

En los tramos de selva realmente conservada el intenso calor cambia súbitamente a un fresco muy agradable. Los sonidos de los pájaros e insectos enriquecen los miles de verdes y grandes árboles que entre el denso follaje se pueden distinguir. Duda uno de hacer una parada, vaya ser que una horda de insectos encuentre lo
suculento de nuestra tierna carne o salte algún jaguar sobre nosotros. Así­ como a quienes encontramos en el camino la aventura en moto les lleva a fantasear, también la selva que nos rodea infunde algo de temor e imaginación. Es realmente algo increí­ble atravesarla, pero una cosa es en moto y otra caminando.

Benemérito, luego de pasar el punto más extremo del territorio nacional poco antes, fue memorable solamente por las aguas frescas que nos vendió un señor muy gordo sentado pegado a sus refrigeradores. Luego de las excelentes aguas frescas y unos tacos un poco adelante llegamos justo a la hora en que cerraban
a Bonampak. Con la recomendación del señor de las aguas frescas, buscamos entonces el camino hacia la cascada de las golondrinas. Estacionamos la moto y pagamos una cuota para acampar, aunque costó trabajo que el muy a la moda enlace Tarahumara de turistas nos llevara al lugar indicado para ello. Caminamos a buen paso con solamente lo necesario para pasar la noche a través de la selva durante al menos una hora y cuarto, contra los cuarenta y cinco minutos prometidos.

La vereda era amplia, pero el hecho es que era realmente y auténticamente la selva, viva y activa. Entre otras cosas pasamos un enorme hormiguero que ocupaba casi todo el camino y bastante más hacia un lado del mismo. Pasaron sobre nosotros volando varios pericos muy ruidosos. Vimos ceibas y otros majestuosos árboles y nos apuramos para llegar a la cascada antes de oscurecer. Ya con un cansancio que bordaba en el desmayo, Sandy con la respiración acelerada y mucho sudor se sentó en el puente sobre el rí­o y frente a la enorme cascada.
Si fueron cinco las golondrinas que llegaron a su guarida a un lado de la cascada al anochecer fueron muchas, pero lo cristalino del agua, los sonidos de las cigarras, grillos y quien sabe que cantidad de otros insectos y muchos pájaros y del agua y los árboles nos acompañaron en el picnic que se hizo posible, al centro del puente de madera y lejos de las hormigas. Es extraño lo bueno que sabí­an esos filetes de arenque sobre galletas, el agua y el refresco. Nos bañamos en la total soledad y aislamiento del centro de la selva, mientras desaparecí­a la luz y tendí­amos la hamaca de campamento entre dos árboles. Vimos las estrellas y luciérnagas y nos acostamos todaví­a con todo el espectáculo a la vista afuera del mosquitero. Un poco más tarde Sandy dijo que ya el miedo lo habí­a dejado atrás. Tal vez. Yo estaba maravillado. Aunque el claro que nos permití­a ver las estrellas era estrecho, hasta dos satélites vimos pasar.
El camino de regreso a la moto por la mañana, ya mucho menos apurado fue oportunidad de ver con detalle los grandes árboles y los pequeños; las enredaderas y los distintos niveles de vegetación. Pero también de que nos picaran más insectos, sin poderlo saber hasta varios dí­as después.
El camino a Bonampak es rehén de una asociación de locales que cobra $70 pesos por persona para obligadamente llevarlo a uno en una destartalada camioneta los 9 km de terracerí­a bastante buena hasta la zona arqueológica. Esta infracción constitucional a nuestro derecho de libre tránsito es el negocio de jóvenes que niegan incluso ser mexicanos. Esperemos que algo de ese dinero llegue a las comunidades, para beneficio de las que supuestamente es.

Ya ubicados en la entrada del sitio propiamente, un niño con la fisonomí­a exacta de las estelas que estamos por ver juega entre otros salidos directamente de las páginas de una revista de antropologí­a. La selva rodea  las pirámides, estelas y pinturas con las que es más fácil imaginarse ese extraño y tan distinto mundo que nos precedió. Desde lo alto se puede ver el mar de vegetación que llega y cubre las bajas montañas lejanas. Los árboles marcan una sombra precisa en el piso verde y se escucha la selva. Habí­a pocos visitantes.
En el calor quemante y ardiente seguimos por las rectas, desviándonos por curiosidad por una terracerí­a para entrar en Guatemala, sin un solo guardia de una u otra nación ni caseta alguna, sino solamente un letrero  indicando donde terminaba un paí­s y comenzaba el otro y una serie de tiendas en palapas con todo tipo de espejitos, cuentas y bisuterí­a o su equivalente.
En un solo retén militar de tantos decidieron sí­ revisar superficialmente el contenido de las maletas. Tal vez porque era el único en que faltaba un militar de más rango, como en los otros donde éste era quien decidí­a y nos daba siempre el paso, aunque sí­ preguntando de donde vení­amos y a donde nos dirigí­amos.
Desde un puente vimos familias enteras refrescándose en el rí­o que nos invitaban, saludándonos en inglés. Seguimos y tomamos la desviación hacia la cascada de Misol Ha, donde nuevamente entré a nadar, mientras  Sandy tomaba fotos y descansaba en el fresco de la sombra del atardecer, antes de seguir hacia Palenque. Con algo de preocupación por la distancia todaví­a restante en lugar de parar para visitar seguimos hasta catazaja, pernoctando antes de visitar Villahermosa y el museo de La Venta.

Tras de algunas caminatas, tortas de cochinita, raspados y otras sencillas y amenas actividades, buscamos en Minatitlán donde quedarnos y nos decidimos por un hotelito carretero, tal vez demasiado próximo a un incendio que nos indicaron primero era simplemente por el calor y los pastos, y luego que era una tuberí­a de Pemex. Con todo, decidimos olvidarnos, asomándonos ocasionalmente para verificar la dirección del humo y descansar. Tení­amos aire acondicionado, agua frí­a, algunas provisiones para cenar y desayunar y ganas de tomarnos un tiempo y pausa.


Sin mucha prisa paramos el siguiente dí­a por un rí­o de Agua Clara para refrescarnos, leer un rato y comer tostadas de jaiba. En Tuxtepec el Hotel Mirador tení­a una bonita vista del gran rí­o y el atardecer, además de aire frí­o y una pelí­cula, En la lí­nea de fuego de Clint Eastwood. Del debate sobre si este es o no buen actor pasamos en la mañana a unos esquimos de fresa que nos enfermaron del estómago. Luego de transitar lo que recordábamos como una bonita carretera pero que en esta ocasión pareció mala y fea por Huautla hasta Teotitlán, nos recetamos unas pastillas con antibióticos y superamos la virtual insolación antes de parar nuevamente en Tehuacán, ya en el último tramo del regreso.

A la entrada de la ciudad por la carretera libre de Puebla, luego de haber tomado un tramo la de cuota hasta Rí­o Frí­o, el atardecer y las vistas de los volcanes con las nubes cargadas de lluvia nos hicieron reconocer que también en zonas más próximas hay paisajes y vistas igualmente bonitas.
Aunque el camino de ida por Oaxaca y las carreteras federales hasta Tehuantepec fueron buena elección, sin duda mucho mejor en época más verde o fresca, creo que el regreso debió incluir Palenque, las cascadas de agua azul y alguna incursión hacia La Realidad, San Quintí­n y la zona de Ocosingo. Regresando enteramente por autopistas ví­a Oaxaca se hubiera hecho más liviano el camino y todo el viaje. También si el circuito fuera enteramente a la inversa. Sin embargo, í­bamos con muy limitado presupuesto. Para doce dí­as de paseo, esta
fue realmente una aventura memorable. Ojalá hubiera sido con más compañí­a. Esperemos otros se apunten en la siguiente travesí­a de este tamaño y espero esta reseña los anime para ello.


2021-02 R1200RT Y se quemó el alternador...

 Pues resulta que regresando del último paseo, el indicador de batería se prendió en amarillo y al rato en rojo. Sin hacer mucho las pruebas...